_A mano alzada_, de Esther Garboni

A MANO ALZADA

Busco el trazo preciso, la imagen más nítida,

el dócil pincel que dé vida a la idea

y limite con ímpetu mi irreductible abismo.

Busco atrapar la luz que contiene el tiempo;

busco el lienzo sagrado donde toma forma

la verdad policromática

y busco, ante todo y ante ti,

las áureas proporciones del amor…

Pero yo solo tengo la soledad del verbo primero

frente al misterio de lo no expresado.

Solo tengo un idioma heredado y vivo,

a veces enemigo, a veces cómplice.

Solo tengo mi voz.

Nunca fue recta mi línea, ni firme mi pulso,

pero mi palabra es un lápiz afilado

con el que dibujo siempre,

indómitamente,

a mano alzada.

 

+++++

 

VOLUNTADES ANTICIPADAS

I

No olvido. Crezco hacia la luz,

como las ramas crezco,

hacia los otros,

crezco y aprendo la paz del hombre sin ruido

en las hojas de hierba y me celebro

minúscula, pobre y lenta.

Nadie posee a quien nada codicia.

Solo a tierra pertenezco, de ella soy.

 

II

No olvido. Busco belleza y leo.

La palabra es pintura. Escribo.

Escribo, busco y leo.

Encontré en la cultura un redil para mansos

que aplastaba el genio con su peso de siglos.

Te encontré en ese camino. Leías.

Leías y caminabas.

No mirabas al suelo.

No al mundo.

No al horizonte.

No a mis ojos.

Buscabas respuestas.

Alguien puso en tu mano un libro de moda que usabas para dormir

y solo servía para cazar muebles,

pero intuías:

Si no te excita, si no te incendia por dentro,

si no grita lo bello en el dolor y sin fuerza te desarme,

no es literatura.

Porque el acto de leer es íntimo y silencioso;

es obsceno.

Y te salva.

 

III

Domesticado lector, rebélate,

no dejes que un artista te encuentre,

sal en su busca;

hay respuestas inéditas,

¡interroga!

El mundo entero está detrás de una pregunta,

sigue leyendo. Sigue buscando.

Levántate de tu butaca.

Detrás del telón se esconde una mujer con bozal.

No habrá luz para ella.

No aplausos.

No reverencias.

No laureles.

Como maldición atávica,

leerá lo que otros decidan

y nadie escuchará lo que ella diga.

Escupió Apolo en la boca de Casandra:

peor que muda, loca.

Y ella crece hacia la luz,

como las ramas de la hiedra

que sube a su balcón:

callada, pobre y sabia.

Encuéntrala.

Sé, lector, insumiso.

Libérate del ruido del lenguaje que doma tu pensamiento.

Sé libre en la metáfora,

imagen tornasolada de una verdad informe.

Pon tú los límites.

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