UNA DEL MONTÓN
Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.
En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a medida,
se lleva dócilmente
hasta que hace tiras.
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Puede haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un
enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.
Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo el cristal de un microscopio.
Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.
Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.
Un tipo de mala estrella
que para otros brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?
¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?
El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.
Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.
(G.B.)
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LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.
(A.M.)
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RECUERDOS
Estábamos charlando
y callamos de repente.
Había aparecido en la terraza una muchacha
¡qué belleza!,
demasiado bella
como para nuestra tranquila estancia allí.
Barbara miró apresurada a su marido,
Cristina puso la mano instintivamente
sobre la mano de Zbyszek.
Yo pensé: te llamo,
por ahora -te diré- no vengas,
acaban de anunciar varios días de lluvia.
Sólo Agnieszka, viuda,
saludó a la bella con una sonrisa.
(A.M.)
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CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA
De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
son muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.
(G.B.)
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BAILE
Mientras no se sepa aún algo seguro,
pues no nos llegan todavía señales,
mientras la Tierra siga siendo diferente
a los planetas hasta ahora cercanos y lejanos,
mientras no se diga ni se escuche nada
sobre otras hierbas honradas por el viento,
sobre otros árboles ceñidos por coronas,
sobre otros animales comprobados como aquí,
mientras no haya un eco, además del nativo,
que sea capaz de entrecortar palabras,
mientras no haya noticia
de peores o mejores mozarts,
edisons, platones,
mientras nuestros crímenes
puedan rivalizar sólo entre sí,
mientras nuestra bondad
siga sin parecerse a nada
y siendo excepcional hasta en su imperfección,
mientras nuestras cabezas llenas de ilusiones
se consideren las únicas cabezas llenas de ilusiones,
mientras sólo desde la bóveda de nuestras bocas
pueda ponerse un grito en el cielo,
sintámonos huéspedes de este refugio,
distinguidos y extraordinarios,
bailemos al son de la banda local
y hagamos como si éste fuera
el baile de los bailes.
No sé si para otros,
para mí esto es del todo suficiente
para ser feliz e infeliz:
un rincón modesto,
en el que las estrellas den las buenas noches
y hacia el que parpadeen
sin mayor significado
(G.B.)
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TODO
Todo:
palabra impertinente y henchida de orgullo.
Habría que escribirla entre comillas.
Aparenta que nada se le escapa,
que reúne, abraza, recoge y tiene.
Y en lugar de eso,
no es más que un jirón de caos.
(A.M.)